Se apagan, almibaradas, las luces de
agosto
y se duermen, acurrucados, los
fotogramas
de ese cálido viaje, uno sobre el otro
acunándose en la aquella marisma
lisonjera.
¿No te parece increíble
que tu y yo seamos los mismos?
¿Que sea nuestra piel de ahora
la que flotaba ingrávita,
la que se zambullía y se estremecía,
golpeada hora tras hora
por los pacientes rayos de sol?
y tú que me respondes
con una de esas sonrisas
que tanto conozco
una de esas que dicen:
son siempre efímeros
los momentos más bellos,
te quedas en silencio
envuelta
en el vaporoso manto nocturno
y dejas que te robe un beso
que sabe a sal
a sol naranja
engullido por las rocas.
Y sentencio:
En tus labios
viven
nuestros recuerdos.