“La lluvia inspira”
oirás decir a alguno,
“el melancólico fluïr
de las gotas en el cristal
hace que las paredes
del corazón goteen
tristezas dulces y delicadas.”
Sin embargo a veces
las gotas son piedras
que se clavan en el estómago;
engorrosas, de sabor repetitivo
pepitas granulosas de rutina
y no hay melancolía que valga
ni metáforas que salven
un poema regular.
No, lo habrán adivinado
no soy especial
me moja la lluvia mientras
maldigo mi nariz helada
el rebaño metálico de coches
con hombres y mujeres
persiguiendo esa cenefa
multicolor de semáforos
pilotos y líneas discontinuas,
hombres y mujeres
de bocina fácil y rápida
y mandíbulas cerradas
sudor matutino y olor
a cenicero a tapicería gastada
mini carceles para escapar
al paraíso sin lluvias.
La certidumbre aplasta
la incertidumbre acongoja
y enmedio está el ahora
ese calcetín mojado y pegadizo
incómodo compañero de trayecto
y yo, un poco impersonal también
intentando trenzar un poema
un poco desganado y acuoso
estacional y tardío
no sé, no sé
si lo habré conseguido.