ha caído la noche
como una manta pesada y mojada
sobre los cansados párpados de la
ciudad.
las paredes tiritan, frías
se encienden despacio, cálidas
las bombillas de las farolas, serias
en una vigilia perpetua, tristes.
Barcelona...
muchas veces imaginada
como un caramelito
hecho de cristal, plástico y cemento
como una bagatela
fastuosa y multicolor
fabricada para disfrute del snob
el nuevo rico y el vividor.
es mucho más y mucho menos
Es a veces solo otro pozo
por el que brotan las almas grises,
conglomerado de lágrimas nocturnas,
cientos y cientos de dolorosas cuentas,
de ajustes de presupuestos que no
encajan,
de trajes baratos, de rabia
encorbatada,
centros comerciales a petar de ojos
perdidos
en carteles luminosos pequeños parques
temáticos
de la mentira, en donde venden egos en
miniatura
demostraciones sistemáticas de la
vacuidad del ser
corazones aprisionados en la ferocidad
del pvc
tras la quebrada ventana que se golpea
con otras mil
niños morenos con ojos de tigre
bailando ágiles
escurridizos bultos carne de
correccional
corriendo alocados por las calles del
Raval
y mañanas borrosas de noviembre
en donde los solitarios entregan su
pelo ondeando
al mar de las gaviotas y al cielo
ceniciento
y toda esta tristeza enjaulada es la
ciudad
todo este sortilegio de música
rugiente de motores
gruñido tormentoso de saxofón
chirriante y loco
ese recordatorio apremiante y
quisquilloso
de que esto no es una película de
Woody Allen baby
esto es el decorado salvaje y sufrirás.
pero calma
que descorre las cortinas lentamente
el gigante dorado
retorciendo el rizo de la enredadera
enamoradiza que se enzarza en los
corazones
grabados de las baldosas de la fuente,
y ronronean los gatos sobre los
calientes tejados
estrenando los nuevos rayos brillantes
que desperezan a las ajetreadas sillas
de las terrazas
y inundan las aceras de grises palomas
de olor de pastelería y paredes por
donde
corrió la ancestral sangre de la
historia
con sus temibles fauces de dolor y
pólvora
mientras restallan con estruendo los
skates
sobre el acelerado y alocado hormigón
y psicodélicos hongos que rascan el
cielo
y saludan al mar
con sus pinceladas siempre nuevas
buscando esa lejana casa común
marenostrum
trozo de patria flotante sobre el azul.
y aquí finalmente yo,
en mi insomne envoltura
apostado tras la aguja del reloj
con la vista ya a los palacios
del sueño revitalizante
¿no he sufrido acaso
la hostilidad
que se le brinda a los extraños
y a la vez,
no he degustado sus inmensas luces
sus bastos aromas
su amigable faz
de marisma cercana?
¿no he vivido
la eterna contradicción
de la ciudad,
la del hombre enjaulado y libre
la de la raíces perdidas
y la mirada global?